lunes, 23 de septiembre de 2019

FERVENZAS GALLEGAS, LA DE EZARO CERCA DE BARDULLAS


Las cascadas y cataratas constituyen, muy posiblemente, uno de los espectáculos más bellos de los que nos presenta la naturaleza, que no es decir poco. Todos nos quedamos embelesados cuando, caminando por el bosque o la montaña, nos encontramos con uno de estos saltos que forman los cursos de los ríos a causa de los desniveles. Hay que reconocer que el espectáculo siempre nos parece impresionante y bellísimo, incluso aunque se trate de una cascada de escasa altitud.
En Galicia podemos encontrar un buen número de rincones con cascadas y cataratas, de las cuales destacaremos a continuación algunas de las más visitadas.

Cascada del Ézaro

Cascada Ezaro

La Cascada del Ézaro es una de las más impresionantes y de las que no debemos dejar de visitar por poco que podamos, ya que tiene la peculiaridad de ser la única de todo el continente europeo cuyas aguas van directamente al mar.
En efecto, situada en la localidad de Dumbría, en la provincia de A Coruña y en plena Costa da Morte, sus aguas pertenecen al río Xallas, que forma en su desembocadura este espectacular salto de agua, el cual alcanza los 40 metros de altitud.
Vale la pena visitarla también alguna de las noches del año en que es iluminada, que son las de Semana Santa, la noche de San Juan y las noches de los sábados en verano. El juego de luces y de las bravas aguas cayendo al mar conforman un espectáculo único y de gran belleza, que no vamos a olvidar en nuestra vida.
Alojamiento cercano
Casal de Cereixo: Situado en la localidad de Cereixo, se ubica a tan sólo unos 15 km. de la población de Dumbría. Es una bonita casa de piedra, rodeada por unos jardines coloridos y vistosos, en plena naturaleza, con capacidad para 18 personas. Entre sus instalaciones encontraremos biblioteca y una huerta.

Cascada de Férveda

Cascada de Ferveda
Se trata de una Cascada que se encuentra en la parroquia de Escuadro, perteneciente al municipio de Silleda, en la provincia de Pontevedra. Rodeada de una frondosa vegetación, se ubica en un escenario de ensueño, en un paraje conocido como Brañas de Xestoso.
La cascada la forman las aguas del río Toxa al pasar por dicha parroquia, que hacen un salto de 17 metros de altitud. Junto a ella se encuentran cuatro molinos que convierten el lugar en un paraje aún mucho más bucólico si cabe, un lugar lleno de magia respecto al cual existen un gran número de leyendas.
Se trata de un enclave de una gran riqueza faunística, especialmente en lo que se refiere a aves, con especies como los halcones o los cuervos.

Cataratas del Río Toxa

Cataratas del Rio Toxa
Las Cataratas del río Toxa, o Fervenzas do Toxa en gallego, se encuentran también en los alrededores del municipio de Silleda, en la provincia de Pontevedra. Las forma el río Toxa a su paso por la parroquia de Pazos, vertiendo poco después sus aguas en el río Deza.
Estas cataratas forman un espectáculo impresionante, con un salto de unos 60 metros de altura, lo cual las convierte, no sólo en una de las de mayor altitud de su comunidad, sino también en una de las más altas del país.
El paraje en el que se hallan es de una gran riqueza en hierbas aromáticas y medicinales, que antiguamente eran recogidas por los monjes que residían en los cercanos monasterios de Carboeiros y de Camanzo, hoy en día deshabitados.
Alojamiento cercano
Casa Failde: Este alojamiento de turismo rural se halla en la localidad de Rodeiro, a sólo 10 minutos en coche de Silleda. Es un gran edificio de piedra, una casa con todas las comodidades que tiene una capacidad de 8 plazas. Ofrece unas confortables habitaciones con baño y unos grandes jardines con huerto.

Cascada de A Censa

Esta cascada la forman las aguas del río Lázaro antes de verter sus aguas en el Bibey. Se halla en el término municipal de A Pobra de Trives, un atractivo municipio de la provincia de Ourense que durante el siglo XIX llegó a ser un importante centro de reunión para la nobleza gallega.
La cascada hace un salto de unos 40 metros de altitud. Podremos observar que, en la zona en que cae el agua, las gotas y la espuma provocan una niebla que da al lugar un peculiar aspecto, casi podríamos decir que fantasmal, aunque de una gran belleza.
Es curioso también el hecho de que, si seguimos el curso del agua al bajar, llegaremos a un punto en que la cascada desaparece, en una zona conocida como A Mergulleira.
Alojamiento cercano
Casa Do Comediante: Esta vivienda rural se ubica a tan sólo 4 km. de la localidad de A Pobra de Trives, en San Xoan de Rio. Es una gran edificación de piedra, en plena naturaleza, dentro de la cual hay apartamentos de 5 y de 9 plazas, muy bien equipados y todos independientes entre sí.

Cascada del Salto das Pombas

Cascada Salto das Pombas
Esta cascada, que forman las aguas del río Lañas, se encuentra en el término municipal de la localidad de Touro, en la provincia de A Coruña, a su paso por la parroquia de Cornado. El enclave en que se halla es conocido como Montes de Fao.
Rodeada por un paraje de prados y de abundante vegetación, la cascada, que tiene una caída de 10 metros, forma un paraje de gran belleza, formando a sus pies una poza de aguas quietas y cristalinas. Un escenario realmente espectacular.
Alojamiento cercano
Casa de Casal: Es una casa rural situada en la localidad de Lestedo, a unos 18 km. de Touro. Es un bellísimo edificio que data nada menos que del siglo XVI, una vivienda con un gran encanto con capacidad para 23 personas. Tiene unos preciosos jardines de estilo romántico, con piscina y zona de barbacoa.

viernes, 18 de agosto de 2017

La ladera de los molinos  (Fuente La Voz de Galicia)

Visita a las 67 aceñas del Folón y del Picón, que dibujan una escalera gigante en O Rosal, en la comarca pontevedresa del Baixo Miño

Galicia es tierra de hórreos, de castros, de pazos, de faros, de monasterios, de petos de ánimas, de cruceros… Pero también, y sobre todo, es tierra de molinos. Según el Diccionario de Madoz, a mediados del siglo XIX había más de 5.000, la cuarta parte de todos los que existían en España. Las causas de tamaña abundancia son claras: la multitud de corrientes fluviales y la enorme dispersión del hábitat gallego, con más de 30.000 núcleos de población. Las consecuencias, también: una danza popular (la muñeira o molinera, nacida al calor de las casi infinitas moliendas) y ciertas riberas donde la concentración de antiguas aceñas es tal que puede hablarse sin exageración de ríos-museo.

El mejor ejemplo de esto son los molinos del Folón y del Picón, en el municipio pontevedrés de O Rosal, cerca de la desembocadura del Miño. Aquí no es que haya cuatro o cinco molinos. Es que hay 67, escalonados uno detrás de otro, sin solución de continuidad, cual peldaños de una casa de gigantes, en la ladera de un monte rebosante de agua, con cien cascadas y pozas. El más antiguo data de 1702; los más modernos, del siglo XIX. Pero todos se ven como nuevos después de haber sido restaurados por los alumnos de una escuela-taller local. Además hay un sendero señalizado, circu­lar, de tres kilómetros y dos horas de duración, que permite recorrerlos cómodamente, con puentes y pasarelas de madera para salvar las aguas saltarinas que antaño movían los rodicios (rodeznos) y las moas (muelas volanderas). Como ruta de senderismo es un 10. Como itinerario etnográfico, un 11. Y como lugar de baño y merendola, un 12.

La ruta de los Muiños do Folón e do Picón (que así se dice en gallego y aparece en las señales) empieza y acaba en la carreterilla que une los lugares de Martín y Fornelos, a tres kilómetros de O Rosal. Al inicio del recorrido, en la parte más baja del mismo, hay un molino que se pone en marcha (consultar horarios en el Ayuntamiento) para moler maíz a la antigua usanza y deslumbrar a la generación del iPad, que solo ha visto hacer harina en YouTube, y en muchos casos ni eso. Y en la parte más alta, un mirador desde el que se contempla gran parte del concejo de O Rosal y la vecina A Guarda, con el monte Santa Trega (Santa Tecla, en castellano) al fondo. También se otea el curso final del río Miño, que separa España de Portugal. Dice la leyenda que cuando el navegante cartaginés Himilcón arribó en su periplo por la costa atlántica al valle de O Rosal, creyó haber llegado al edén. La historia es una evidente patraña, pero aquí arriba no lo parece tanto.

La uva castañal
Además de agua para mover un ejército de molinos, en O Rosal hay vinos elaborados con las uvas albariño y loureira, más algo de treixadura y caíño blanco, que no tienen nada que envidiar a los de otras subzonas de la denominación de origen Rías Baixas. Aunque no faltan las bodegas modernas e impactantes, como en todas partes, quien quiera conocer la esencia vinícola de O Rosal se decantará por las más pequeñas y familiares, como Santiago Ruiz o Quinta de Couselo. Y aunque los vinos blancos son los importantes, quien prefiera el morapio tampoco pasará sed, porque hay tintos de caíño y uno muy curioso elaborado con la variedad castañal, una uva autóctona que se creía desaparecida, que ya solamente se podía ver labrada en una talla del retablo de la catedral de Tui, y que ha sido redescubierta por el CSIC en una finca de las bodegas Valmiñor.

Al lado de O Rosal está A Guarda, el puerto más sureño de Galicia, al que apetece acercarse para mirar lo que traen los pescadores en sus gamelas, picotear en sus muchas taperías (atención al estofado de marisco de Casa Chupa-Ovos) y pernoctar en el antiguo convento de San Benito, rodeados de vírgenes románicas. Caminando desde A Guarda hacia el sur, por el borde del mar, se llega en tres cuartos de hora a las hermosas playas de O Muiño y A Lamiña, en la desembocadura del Miño, de aguas saladas cuando sube la marea y dulces cuando baja. Por esta senda litoral se ven antiguas salinas y cetáreas, los peligrosos viveros donde se criaban las langostas hace un siglo, en medio de un oleaje violento y traidor. Y se ven también los restos de varios molinos de viento, que en esta costa tan expuesta hacían aún mejor servicio que los de agua.

Pero la gran curiosidad de A Guarda está en el monte Santa Trega, que se alza justo detrás. A media ladera, la que mira al norte, se encuentra el más famoso de los castros gallegos: un poblado lleno de ruinas circulares donde vivieron unas 4.000 personas entre los siglos I antes de Cristo y I después, coincidiendo con la romanización. En la cima, a 341 metros sobre el mar, además de una ermita consagrada a la santa y de un pequeño museo donde se exponen las piezas halladas en el castro, hay varios miradores para contemplar a vista de gaviota el valle vinícola de O Rosal, la desembocadura del Miño, la isla portuguesa de Ínsua (con su fortaleza estrellada) y la inmensidad del Atlántico. Muchos suben aquí para ver cómo el sol se apaga en el océano, momento mágico, eterno, fuera del tiempo.